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40 horas, más allá del reloj

El reloj está corriendo. La implementación gradual de las 40 horas semanales en Chile, con el horizonte en 2028, no constituye una mera modificación legal, sino que opera como el catalizador de una de las transformaciones organizacionales más grandes de la última década. El verdadero reto es trascender el registro de asistencia para centrar la estrategia corporativa, la redefinición del liderazgo y la productividad en el cuidado y el bienestar de los colaboradores.

Para que la reducción de jornada sea un éxito, es fundamental implementar una gestión del cambio efectiva que neutralice las preocupaciones iniciales. Una estrategia clara no solo convierte la reducción de jornada en una oportunidad de mejora sostenible, sino que también ofrece beneficios tangibles, fortalece la cohesión interna, optimiza el desempeño e incrementa la retención de talento. De lo contrario, la falta de planificación puede traducirse en caídas de productividad, mayor rotación de personal y costos imprevistos, perdiendo la oportunidad de atender el desafío crucial que es el bienestar integral de los trabajadores.

En 2024, el 72 % de las enfermedades profesionales reconocidas por la SUSESO correspondió a problemas de salud mental, lo que evidencia la urgencia ética y estratégica de promover el bienestar psicológico y equilibrar vida y trabajo. En este contexto, la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales adquiere especial relevancia al ofrecer una oportunidad concreta para mitigar los efectos negativos de la sobrecarga y contribuir a la mejora de la calidad de vida de las personas.

Según el informe de la Encuesta de Bienestar Social 2021-2023, el 24% de la población ocupada declara dificultades para disponer de tiempo personal o familiar durante su jornada. Esta realidad local se inserta en una tendencia global, la búsqueda de un mayor equilibrio entre trabajo y vida personal. Frente a esta necesidad, la evidencia internacional ofrece modelos de éxito en la optimización del tiempo, el caso más reciente y de gran impacto es el del Reino Unido, donde la reducción de jornada demostró ser viable mientras pruebas piloto masivas de la semana laboral de 4 días (32 horas). Las empresas que participaron en estos pilotajes reportaron que la productividad se mantuvo o incluso mejoró, al mismo tiempo que se redujeron las bajas por enfermedad e incrementó el bienestar de los trabajadores.

La adopción estratégica de la Ley de 40 horas en Chile representa una inversión de futuro que genera beneficios progresivos y sostenibles, desde el compromiso y aumento en la satisfacción, hasta una ventaja competitiva de largo plazo, invirtiendo así en el bienestar de las personas y, por extensión, en la salud económica y social del país.

Gestionar la transición hacia las 40 horas es más que una obligación legal, sino una oportunidad estratégica para modernizar la gestión de personas y liderar el futuro del trabajo en Chile. La pregunta ya no es si cumpliremos las 40 horas, sino si las empresas chilenas estarán a la altura de esta transformación cultural que exige poner a las personas en primer lugar.

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