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Franco Parisi, el pillín

. Por Rafael Gumucio

Prometió venir al país—yendo hasta el aeropuerto— sin tener la intención siquiera de hacerlo. Nada de eso hizo mella sin embargo en Franco Parisi, que consiguió en su reciente viaje a Chile todo lo que buscaba: reorganizar su partido en vista de proceso constituyente, salir en la prensa hasta por los codos y alabar a Pamela Jiles y el alcalde de la Florida.

“El que no tiene principios no tiene fin”, decía Vicente Huidobro. Franco Parisi es quizás la ilustración más visible de esta máxima. Al volver a Chile después de un acuerdo económico con su ex pareja, admitía de facto que la orden de arraigo por no pago de la pensión alimenticia de sus hijos era el motivo de su ausencia. Información que había calificado de infamia, acusando a todos los que la difundieron de mentirosos.

También admitía que eran mentiras las excusas que había inventado para no volver al país antes. Excusas que incluían un falso examen de COVID “no concluyente” cuando la pandemia nos preocupaba a todos y una serie de obligaciones académicas que, desvinculado de todas las universidades norteamericanas por variados escándalos, tampoco existían.

Mintió entonces sobre su su trabajo y sus ingresos. Prometió venir al país—yendo hasta el aeropuerto— sin tener la intención siquiera de hacerlo. Nada de eso hizo mella sin embargo en Franco Parisi, que consiguió en su reciente viaje a Chile todo lo que buscaba: reorganizar su partido en vista del proceso constituyente, salir en la prensa hasta por los codos y alabar a Pamela Jiles y el alcalde de la Florida. Aunque pronunció su apellido en el inglés en que piensa desde que estudiara en la Universidad de Georgia, en los años 90.

Como sucedió con Trump, los periodistas enfrentan con Parisi un imposible. Denunciar sus trampas, dejar a la vista su nulo aporte intelectual, o sus torpes y acomodaticias ideas políticas no desanima a sus seguidores, sino que los enardece más.

No escribió un libro o paper importante, porque es inteligente, piensan los adeptos. Todo lo que propone fracasa en todas partes, justo porque no lo dejan hacerlo bien. No hay manera de argumentar porque Parisi tampoco argumenta, solo sonríe e inventa sobrenombres.

Se dedica al bullying hasta que lo bullean de vuelta y vuelve a ser la víctima que “incomoda a la elite”, aunque pretenda vivir de sus militantes que son ante todo y, sobre todo, sus clientes a los que les vende excusas, generalizaciones, e infundios último modelo.

Parisi, el que nos dice cómo invertir y triunfar, ha fracasado en todo lo que ha emprendido, menos en el difícil negocio de vender su propia imagen. Si no midiera un metro noventa y no hubiese heredado los rasgos de su familia siciliana, Franco sería como su hermano Antonino, un genio loco escondido pagando cuentas impagadas.

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