El home office ha revelado nuevas dimensiones de la procrastinación y, aunque existen herramientas para enfrentarla, es crucial no demonizar ya que también puede ser una fuente de creatividad e innovación.
El teletrabajo, una modalidad que se consolidó a raíz de la pandemia, ha traído consigo una serie de desafíos para los trabajadores. Uno de los más prominentes es la procrastinación, un problema que, según expertos, está estrechamente ligado a la gestión emocional y la estructura de nuestro entorno digital.
La procrastinación no es simplemente un asunto de pereza, falta de organización o simplemente postergación. De acuerdo con la neuroeducadora, especialista en Programación Neurolingüística (PNL) y gestión emocional, Dra. Viviana Rada, la procrastinación se vincula con cómo manejamos nuestras emociones. «La procrastinación es, en su esencia, un asunto de gestión emocional. Las personas postergan tareas porque sienten miedo, ansiedad o inseguridad respecto a ellas. En un entorno como el hogar, donde la línea entre lo personal y lo profesional es difusa, estas emociones pueden amplificarse», señala Rada.
El entorno digital, saturado de notificaciones, redes sociales y otras distracciones, también juega un rol importante. Viviana Rada añade que «el cerebro humano está diseñado para buscar gratificación instantánea, y las distracciones digitales ofrecen justamente eso. Sin una gestión consciente del tiempo y las emociones, el teletrabajo se convierte en terreno fértil para la procrastinación». Esta situación se intensifica, al considerar también los estímulos en el entorno doméstico, relacionados con quehaceres cotidianos, que se suman a la lista de cosas por hacer, que se hacen más simples de abordar, que aquellas tareas que son prioridad, y que de ser importantes cambian su categoría a urgentes, generando cuadros de angustia e incluso estrés.
Neurociencias y PNL: Claves para la productividad
En este sentido, las neurociencias y la PNL pueden brindarnos herramientas esenciales para combatir la procrastinación. Las neurociencias nos han enseñado que el cerebro responde de manera más eficiente a las rutinas y a la claridad en los objetivos. Establecer un espacio de trabajo específico y horarios definidos puede ayudar a que el cerebro entre en «modo trabajo», minimizando la tentación de postergar.
La Programación Neurolingüística, por su parte, ofrece técnicas para reprogramar nuestra respuesta emocional ante tareas desafiantes, haciéndonos conscientes de nuestras estrategias mentales. Es así posible entrenar la mente para asociar esas tareas con sensaciones de logro y satisfacción en lugar de estrés. Esta reprogramación, sumada a una adecuada gestión emocional, puede hacer una gran diferencia en la productividad y el bienestar de los trabajadores remotos.
Los líderes de equipo también desempeñan un papel fundamental en este aspecto. Según la especialista, es crucial que las jefaturas desarrollen una mayor conciencia de las emociones de sus equipos y adquieran la habilidad de identificarlas y gestionarlas de manera efectiva. «La gestión emocional en el liderazgo es esencial. Una persona que comprende cómo influyen las emociones en su equipo puede anticipar problemas de procrastinación y abordarlos antes de que afecten la productividad», subraya Rada.
La procrastinación en el home office es un fenómeno complejo que va más allá de la simple falta de disciplina. Si bien contamos con diversas herramientas para combatirla y mejorar nuestra productividad, es importante no caer en la trampa de satanizarla por completo. La procrastinación, en ciertas circunstancias, puede ser un motor de creatividad y una señal de que necesitamos un enfoque diferente para abordar nuestras tareas. Reconocer cuándo la procrastinación es un obstáculo y cuándo puede ser una oportunidad para reflexionar y encontrar nuevas soluciones es clave para equilibrar la eficiencia con la innovación en el entorno laboral, concluyó Rada.